La idea de esta escapada a Fez se gestó en un Congreso Gastronómico en el que yo ni siquiera estuve, así que imaginaos la suerte de verme montada en un avión rumbo a Fez con un grupo de mujeres tremendamente variopinto y a las que lo que unía, en la mayoría de los casos, era la pasión por la gastronomía. Estas notas y fotos han pasado tres años guardadas y nunca me decidía a escribir sobre Fez porque necesitaría vivir más la ciudad para recomendar con más criterio, pero los colores y olores de aquellos días me siguen rondando. Supongo que la apertura del restaurante Ziryab by Najat Kanaache en Sevilla los ha traído a mi memoria y han sido motivo suficiente para lanzarme a recomendaros 9 imprescindibles en Fez.
1. Perderse por sus Zocos
La Medina de Fez es una de las más grandes y antiguas del mundo, y es el corazón de la ciudad. Pasea por sus estrechas calles, admira su arquitectura y descubre sus zocos llenos de vida. Un bullir de colores y olores, un ir y venir incesante de gente vendiendo, comprando, comiendo… un laberinto de calles estrechas y sinuosas llenas de tiendas y talleres que venden de todo, desde artesanías hasta especias y textiles. Difícil quedarse con un solo color: morados, amarillos, ocres… conquistan los más de 9000 callejones peatonales que componen la Medina más grande del mundo. Explorar los zocos es una experiencia única, con los aromas de las especias y los colores brillantes de los productos que se exhiben en cada esquina.






2. Madrazas, mezquitas y palacios
Fez disputa a Marrakech el título de ciudad más monumental de Marruecos. Lo que vi en esos tres días me gustó y me dejó con ganas de mucho más. La Madrassa Attarine, impresionante ejemplo de la arquitectura islámica, decorada con maravillosos mosaicos. La Medersa Bou Inania, una de las más llamativas de Fez, con una arquitectura única, lugar imprescindible para visitar si te interesa la historia y la cultura de Marruecos. La Mezquita Al Karaouine, el Mausoleo de Moulay Idriss o el Palacio Real de Fez, ejemplo perfecto de la arquitectura marroquí. Aunque no se pueda entrar, vale la pena visitarlo por su puerta dorada y sus hermosos jardines.
Si tienes tiempo, pasea sin prisa por El Mellah, el barrio judío de Fez, lleno de estrechas calles, sinagogas y tiendas de artesanía. Y si lo tuyo son las vistas, acércate a las Tumbas Meriníes, uno de los mejores lugares para disfrutar de las vistas panorámicas de la ciudad de Fez. Yo no lo hice, pero algunas de las viajeras del grupo sí y me consta que lo recordarán como una de las mejores experiencias del viaje.


3. Las terrazas de los Curtidores de Fez
No te vamos a negar que el olor que aquí se respira es bastante insoportable. Hace poco estuvimos en Guimãraes, en el norte de Portugal y este barrio vino a mi memoria. Eso sí, en Guimãraes ya no hay colores ni olores, solo queda el recuerdo y el impresionante peso de la historia. Aunque el olor puede ser fuerte, la visita a las terrazas es una experiencia inolvidable y una oportunidad para conocer el patrimonio cultural de la ciudad y su próspera industria del cuero. Ninguna visita a Fez estaría completa sin pasar por este lugar.
Las terrazas de los Curtidores de Fez son una de las atracciones turísticas más populares de la ciudad. Ofrecen una vista única de los curtidores que trabajan en la producción de cuero. El proceso de curtido es un espectáculo impresionante, con grandes calderos de tintura y pieles colgando de los edificios. La vista desde las terrazas es increíble, con una mezcla de colores y olores que crean una experiencia sensorial única. Eso sí, no rechaces la hierbabuena que te ofrecen al entrar porque la vas a necesitar.

4. Disfrutar su comida callejera
La comida callejera es una parte esencial de la cultura culinaria de Marruecos. No puedes visitar Fez sin probar su deliciosa comida callejera. Los puestos de comida están por toda la ciudad, ofreciendo una amplia variedad de sabores y aromas. Es una opción asequible y sabrosa de probar la auténtica cocina marroquí. Algunos de los platos más populares incluyen el tagine de cordero, el pescado frito, los kebabs, los dulces y el té de menta.
Me encanta esa costumbre de hacer el pan en casa y llevarlo a la tahona para hornearlo. Ese alimento tan básico y tan mágico. Si tienes ocasión, entra en alguna tahona para ver cómo preparan las tortas del khobz ed dar o pan del día y compra, ¡claro! Estos panes son un auténtico vicio.
¿Eres de «pescaito frito»? Pues no te pierdas los pequeños puestos donde lo preparan frito con sémola y especias que le dan un toque picante sin restar una pizca de protagonismo al pescado.
Dátiles, miel, almendras, canela, agua de azahar, cáscara de limón, azúcar, lustre (o glasé) , higos secos, pistachos y semillas de sésamo son los ingredientes más frecuentes en los dulces marroquíes. Mira que no soy dulcera, pero estos me encantan, me pasa como con el té, que me cuesta parar.
Y si hay un sabor que recordaré siempre de este viaje es el bocadillo de Kefta, probablemente de los mejores que he tomado.





5. Conocer el Proyecto Nur
La razón principal del viaje fue visitar el Restaurante Nur de Najat Kanaache y si bien no repetiría la visita, creo que sale realmente mal parado en esa relación calidad-precio de la que no me suele gustar hablar, el trabajo que ella realiza es bastante interesante. Se ha hecho un gran trabajo en el aspecto visual de los platos y en el trabajo con ahumados, encurtidos, escabeches y fermentaciones en carnes, pescados, verduras y setas, pero hay muchos aspectos a trabajar en el servicio, la comodidad de la sala o los tiempos, por poner un ejemplo, para que merezca la pena volver y pagar esos precios.
Sí que destacaría un plato que me gustó mucho, aunque en esto no fuimos unánimes, un Mole negro al chocolate africano, limón encurtido y quinoa marroquí delicioso, que hubiese sido perfecto con un pollo algo menos seco.

6. Alojarse en un Riad o en un Dar
Alojarse en un riad o en un dar es una de las experiencias obligatorias en Marruecos, pero en Fez, como en Marrakech, te puede resultar tremendamente difícil encontrarlo, así que asegúrate de que irán a recogerte a algún punto central. Si el riad u hotel donde tienes la reserva está cerca de las dos arterias principales (Talaa Sghira o Talaa Kebira), tendrás posibilidades de encontrarlo, pero si no, será un trabajo capaz de desesperar a cualquiera.
Nos alojamos en dos riads que estaban en la misma calle, cerca del restaurante Nur y de la famosa Bab Boujloud, la puerta principal de la Medina: el Riad Dar Orange, más grande y moderno y el Riad Dar Rumi, más pequeño, básico y tradicional. En los dos fueron realmente amables, nos ayudaron en lo que necesitamos y organizaron algunas de nuestras salidas y también nuestras comidas. Hanna, del Riad Dar Orange, nos deleitó con fabulosas pastelas, uno de los platos más conocidos en la cocina marroquí. Yo difícilmente me canso de comerla. La mezcla dulce-salado junto con el hojaldre o la pasta filo la convierte en uno de mis favoritos. También comimos couscous, harira y dulces tradicionales.
Los desayunos locales preparados por Omar en las pequeñas mesas del Riad Dar Rumi fueron un plus cada mañana. Mermeladas caseras, miel, msamen, baghrirs (crepes marroquíes de distintos tipos) y té, mucho té.



7. Ver el atardecer desde alguna de sus numerosas terrazas
El atardecer en las terrazas de Fez es una experiencia mágica. Desde las alturas de la medina, se pueden contemplar unas vistas impresionantes de la ciudad mientras el sol se pone en el horizonte. El ambiente tranquilo y relajado, junto con el sonido de las llamadas a la oración, crean un momento único e inolvidable. Algunas de las terrazas más populares se encuentran en los hoteles y restaurantes de la medina, como el Hotel Sahrai y el Café Clock. Nosotros las disfrutamos desde nuestro alojamiento y ha sido otro de los momentos que se me han quedado grabados de este viaje.

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